"CUANDO m i prueba resultó positiva, me sentí solo y abandonado", cuenta Ahmad Salcido. "Sentía un dolor inconsolable".
Sabía que no podría lidiar con su diagnóstico en soledad, pero que tampoco podía recurrir a su familia: nunca ha tenido una relación muy estrecha ni con su madre mexicana ni con su padre árabe; ellos ni siquiera saben que Ahmad es gay, y él siente que es mejor que sea así, por lo menos por ahora.
"La cultura mexicana de donde provengo no aprueba el VIH, ni el ser homosexual", dice Ahmad. "¿Ser musulmán y gay? ¡Wow!"
Pero Ahmad tenía una persona en la que sabía que podía confiar, un buen amigo en San Francisco a quien él llama su "angelito". La decisión de Ahmad de contarle sobre su status positivo tuvo un impacto muy importante. Por consejo de su amigo, Ahmad se mudó a San Francisco, se conectó con grupos de apoyo y asesoramiento para gente con VIH, e incluso se inscribió en un ensayo clínico que le brinda tratamiento gratuito contra el VIH.
Ahmad también cambió de estilo de vida: está comiendo mejor y cuidándose más. "Tengo que cuidarme mucho más que nunca, ahora que mi sistema inmune está comprometido", nos dice.
Con la ayuda de su terapeuta, está preparando un plan para hablar con su familia sobre su condición sin hacerles daño a ellos o a sí mismo.
Al mirar hacia atrás, Ahmad ya no siente la desesperación que sintió al principio cuando fue diagnosticado. El vivir con el VIH no es tan terrible como me había temido, dice. "Esto es un nuevo comienzo".
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