En el lugar, la niña fue "infectada" con una versión del virus del VIH, pero reprogramado para atacar las células cancerosas.
Según publica el New York Times, para llevar a cabo la terapia, los médicos extraen del paciente millones de células T, un tipo de glóbulos blancos, y les insertan genes que les hacen capaces de matar las células cancerígenas. Emma había sido diagnosticada con cinco años de una leucemia linfoblástica aguda.
Se trata de una terapia, desarrollada en la Universidad de Pensilvania, que también se está ensayando en otros lugares. Tres adultos tratados en ese centro han tenido también una remisión completa de su cáncer. De ellos, dos llevan bien más de dos años (el periodo para considerar superado un cáncer son cinco). En otros casos los resultados no han sido tan buenos, pero pese a ello, expertos en oncología independientes señalan que se trata de un método muy prometedor, ya que incluso en esta fase tan temprana de ensayos ha funcionado en casos desesperados.
El método tiene algo malo: el primer síntoma de que está funcionando es que el paciente enferma gravemente, con temblores y fiebres. Es lo que los oncólogos llaman "shake and bake" en inglés, y que es lo que casi mata a Emma. También se pueden anegar los pulmones y causar peligrosas caídas de tensión. Los investigadores trabajan para paliarlo. Emma sobrevivió, y a las 11 horas los médicos vieron la causa del proceso: su interleukina-6 se había disparado, y, por suerte, había un fármaco para bajarla: se trataba de un medicamento que usaba la hija de Carl June, el médico que dirigía el equipo, para tratar su artritis reumatoide. El oncólogo, Stephan A, Grupp ordenó que se la dieran. La niña permaneció una semana sedada.
Sin embargo la niña se despertó, siguió con el tratamiento en el centro médico y hoy ya está sana,
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