CHONGQING.- Tras confesar a su mujer que era homosexual, Yu Hu vivió un calvario de 19 días en un hospital psiquiátrico que pretendía "curarlo" a pesar de que China no considera la homosexualidad como una enfermedad mental desde 2001.
La mujer de Yu aceptó rápidamente el divorcio, pero fue su propia familia la que decidió ingresarlo a la fuerza en el hospital, del que pudo salir gracias a la movilización de su compañero sentimental y defensores de los derechos humanos.
Lo que vivió Yu, de 32 años, no es un caso aislado en China, donde a pesar de la evolución de la legislación y de las costumbres, prosperan la terapias de "conversión". Durante 19 días, debió resistir los golpes propinados por los empleados y tuvo que tomar unos comprimidos destinados a "corregir" su orientación sexual.
Luego de ser liberado por la policía de la provincia de Hunan, en la zona centro de China, alertada por su compañero, decidió llevar el caso ante la justicia que juzgará este nuevo caso de "terapia de conversión".
"¡No me pasó sólo a mí! Esto debe terminar", insiste Yu que sigue sufriendo pesadillas. El personal médico "debe ser condenado. Ser gay no es un crimen, lo que me hicieron sufrir sí", agrega.
Yu exige que el hospital se disculpe públicamente y que se reconozca que la homosexualidad no es una tara.
China retiró la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales y desde entonces los "camaradas" (como se apoda a los homosexuales) han tenido una mejor aceptación social, sobre todo entre los jóvenes urbanos. Sin embargo, siguen siendo discriminados y sufriendo presiones familiares. Muchos de ellos, hijos únicos, se resignan a casarse para satisfacer las aspiraciones de sus padres y darles nietos.
Las "terapias de conversión" -que los expertos consideran no científicas, ineficaces e, incluso, peligrosas- siguen siendo propuestas por numerosas clínicas, que no dudan en abusar de la angustia de los jóvenes homosexuales o de la inquietud de sus familias.
En diciembre de 2014, un tribunal de Beijing condenó a una clínica en la localidad de Chongqing que practicaba tratamientos para "curar" la homosexualidad. Los jueces consideraron entonces que la homosexualidad no era una enfermedad. La clínica tuvo que indemnizar a Yang Teng, un hombre traumatizado por electrochoques, aplicados en las partes genitales. Pero a pesar de esa condena, las clínicas de la megalópolis de Chongqing continúan actuando con total impunidad recurriendo a electrochoques, camisas de fuerza, encierro e incluso castración química.
Un tratamiento cuesta cerca de 3 mil dólares, pero los gastos pueden subir si los médicos consideran que se necesitan "tratamientos" complementarios, dice el colectivo LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgéneros) de Beijing.
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